Jessy: segunda parte de su historia



No me gusta escribir cuando estoy triste, siento que lo escribo puede no llegar a sonar tan motivador como casi siempre intento escribir. Ayer una vecina nos dice que Jessy (aquella perrita que mi vecino había abandonado en la calle meses atrás y a la cual le dediqué un post hace un tiempo) estaba casi muriendo mientras vagaba por las calles de mi ciudad. Conciliar el sueño después de eso fue casi imposible, no podía sacar de mi cabeza la idea de saberla sola, enferma, sin comer y deambulando sabrá Dios en que parajes. Sé que como muchos me han dicho, tal vez quienes leen dirán: "vamos, que es solo un perro". Para mi son mucho más, son personitas de cuatro patas capaces de amar igual de intenso que un ser humano.

Ayer de tarde, mientras miraba desde mi balcón hacia la calle, la ví pasar. Salí corriendo a mi closet, me tiré ensima la primera ropa que ví y fui en su búsqueda. Cuando abrí la puerta ahí estaba, parada frente a mi puerta con la mirada casi perdida y gritando ayuda. Tal vez ella andaba también buscándome, tal vez más de una vez vino a mi puerta y no lo supe. Bendita casualidad de coincidir ésta vez. Con una desnutrición que asusta y una plaga de garrapatas que jamás imaginé ver en mi vida, así la acogimos. Acondicionar en casa a un quinto visitante no es tarea fácil, no obstante una casita hecha de madera y algunas tejas en la azotea se han vuelto su nuevo hogar.

Bañarla, alimentarla, vacunarla, limpiarla de esos cientos de bichos raros que le chupan la sangre y por último encontrarle un hogar son solo el comienzo de la nueva vida de Jessy. Al menos por ahora me conformo con verla en las mañanas cuando salgo del baño y asoma su cabeza por el borde del balcón. Me mira con sus ojos grandes, tal vez agradeciendo todo lo que hemos hecho por ella. Las segundas partes de las historias nunca fueron buenas, o al menos así reza un dicho en el argor popular, espero al menos que para Jessy, ésta, la segunda parte de su histora tenga un final feliz.

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