La musa que habita en mi

Hace mucho que habita en mí un ser mágico, que revolotea en mi cabeza y me narra historias.

Mi musa es menuda y flacucha, vuela entre los remolinos de viento algo despeinada y gusta de retozar en cualquier charco de agua por lo que casi siempre anda agripada. Cuando no duerme se la pasa tarareando alguna melodía y si la descuido un poco me pinta arcoíris en cada rincón. Siempre trae en su manita derecha un puñado de polvo mágico para convertir el gris en rosa, y en la otra algún que otro chiste para sacarle una sonrisa a quien lo necesite.

Mi musa es un poco despistada (tal vez como yo). Llega así sin más, nunca avisa su visita. Se pasa la mayoría del tiempo enredada entre los hilos de alguna que otra telaraña alimentándose de los más golosos sueños. A veces voy en su busca, la pellizco intentando despertarla y me mira remolona con cara de pocos amigos, otras tantas tengo que ordenarle que duerma porque se inventa historias de todo lo que ve y escucha. Con su vocecita diminuta me susurra cosas que no entiendo, y termino por enloquecer entre tantas palabras desordenadas.

Entonces se molesta y deja de visitarme por un tiempo. Ella sabe que la espero entre las hojas de mis libretas o entre los post de este blog, más se hace de rogar. Pero mi musa es como esos buenos amigos que pueden pasarse largos tiempos sin aparecer y que siempre regresan cuando les necesitamos. Entonces la amarro a la silla con una cinta roja, le explico que tengo un blog y que es necesario alimentarlo a menudo, y que por su ausencia anda medio abandonado. Me sonríe y comienza a desbalijar esa papelera llena de escritos a medio hacer que siempre me deja en sus furtivas huídas. Y nos quedamos así sentadas una al lado de la otra, ella despeinada, yo con hambre de historias y es entonces y solo entonces, cuando me doy cuenta de cuanto la necesito.

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